La Triste Historia de Alexander Lefevre

Era la segunda vez en su vida que él caminaba por esas calles y no podía evitar cierto sentimiento de intranquilidad; la primera vez había andado rumbo al hotel que se enuentra en la esquina y ahí se había encontrado con una mujer, una mujer de ojos diáfanos, y de piel tersa, una mujer que valía caminar por esas calles de nuevo, una mujer de senos espléndidos y figura discreta, una mujer, en fin, que era una verdadera maravilla.

Entró en el lobby del hotel y se encontró con que en el salón decorado en terciopelo rojo y amueblado de manera cómoda, pero discreta, no había rastro por ningún lado de la mujer que él estaba esperando. Caminó al mostrador y preguntó, con ese acento extranjero que jamás logró disimular, por Ileanna Castro.

-¿Ileanna Castro? Sí, vino hace un rato, dejó dicho que me encargara de entregarle esto solamente a quien responda al nombre de Alexander Lefevre.
- Ese soy yo -respondió el hombre sonrojándose; no le gustaba que una simple recepcionista de hotel de paso supiera su nombre.

 La recepcionista (que no lograba entender cómo podía pesar tan poco un paquete de esas dimensiones) le entregó una caja envuelta en papel de regalo plateado; no demasiado grande, pero aún así ligera, acaso del tamaño de una caja de CD.

El hombre abrió desesperadamente la caja; no esperaba que ella no estuviera, no se diga que le dejara un paquete; después de rasgar con ansias el papel de regalo se encontró con una caja blanca, simple, sin adornos, que contenía un papel fotográfico boca abajo y una nota que rezaba de la siguiente manera:

Alexander:
     Ojalá puedas perdonar mi intempestuosa desaparición, pero no podría verte a los ojos después de que observes la fotografía que anexo a mi adiós.

Siento muchísimo que tengas que enterarte de esta forma, pero en serio no tendría fuerzas para decírtelo a la cara, ojalá algún día logres comprenderme, o por lo menos olvidarme, olvidar la crueldad con la que hago que te enteres de la mala persona que soy en realidad.

Sé que a pesar de lo breve de nuestro primer encuentro es doloroso el adiós, pero creeme que al conocerte mi intención jamás fue esta.

Besos
Ileanna

El hombre, cada vez con el ritmo cardiaco más acelerado, dió la vuelta a la fotografía "anexa a su adiós", y solamente vió a Ileanna en un vestido de novia, recibiendo un anillo.

....El novio era él mismo, Alexander Lefevre.

Y entonces lo comprendió todo.

1 Response to "La Triste Historia de Alexander Lefevre"

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Anónimo Says:

Bien, no me queda claro porque al final el que ambos se hayan unido es motivo del adiós. Alguien puede explicarlos?

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