¿Con qué derecho os ponéis a rezar por mí? No tengo necesidad de
intercesores, me las arreglaré solo. De un miserable, tal vez lo acepta-
ría: de nadie más, aunque se tratara de un santo. No tolero que se
preocupen por mi salvación. Si le temo y le huyo, qué indiscretas
resultan entonces vuestras plegarias. Dirigidlas a otra parte, de todas
formas no estamos al servicio de los mismos dioses. Si los míos son
impotentes, no hay razón para creer que los vuestros lo sean menos. Y
aun suponiendo que sean tal y como los imagináis, todavía les faltaría
el poder de curarme de un horror más viejo que mi memoria.
E.M. Cioran (Del Inconveniente De Haber Nacido)
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